México, D. F., a 13 de julio de 2012
Ya fue electo el presidente de México para los siguientes seis años. La constancia de mayoría aún no le ha sido entregada, a la espera de la calificación final, pero el concurso de popularidad, la venta de ilusiones, terminó, y ahora viene lo más duro: plasmar en la realidad todo aquello que se prometió. Para quien ganó, comienza el desafío de gobernar.
Y contrario a lo que la mayoría de los presidentes mexicanos ha supuesto, gobernar significa administrar. En cambio, lo que han hecho hasta hoy ha sido mandar, cuando su deber sería obedecer el mandato popular. Su toma de decisiones no debería ser autoritaria, como la del caudillo, sino persuasiva, como lo hacen l@s estadistas.
Mandan como una forma de disuadir el cumplimiento de los compromisos contraídos con el electorado que los ungió.
Así, pronto, en la mayoría de los sexenios de los últimos 42 años, México ha tenido a mandatarios que incumplieron sus promesas.
Luis Echeverría Álvarez ofertó que el país iría “Arriba y adelante”, pero con él comenzaron realmente los problemas del México reciente; impuso una mala política que pretendió orientarse a un socialismo autoritario, impulsó el crecimiento del estado empresarial, redujo al privado y comenzó la quiebra. El empuje del país a través de 20 años de desarrollo estabilizador se perdió y sobrevino la serie de devaluaciones de la moneda que desfondó al país.
José Guillermo Abel López Portillo y Pacheco prometió: "La solución somos todos", sin embargo, tras un inicio incierto por los problemas económicos heredados, la crisis petrolera mundial propiciada por los países árabes por el apoyo de los Estados Unidos a Israel, impulsó a México como el primer exportador de crudo en el mundo. Este auge financiero, la ineptitud e ineficacia de las políticas económicas y la frivolidad con que se administró al país, provocaron la mayor crisis económico-financiera del país en el siglo pasado y que todavía pagamos.
La corrupción boyante del sexenio lopezportillista obligó a Miguel de la Madrid Hurtado a tratar de congraciarse con los mexicanos y prometió "La renovación moral de la sociedad", iniciando con la venta de las paraestatales que fueron un cargo para el erario público, a fin de soportar, entre otras, la nacionalización de la banca que le dejó su antecesor. Fue en este sexenio donde comenzó el apogeo del crimen organizado vinculado con agentes y ex agentes de las distintas policías y mandos militares del país, y la renovación moral fue sólo una utopía.
Carlos Salinas de Gortari propuso "Que hable México" para intentar un gobierno de la mano de la sociedad, solidario tras la bancarrota propiciada por los últimos tres sexenios, pero la crisis política por el presunto fraude electoral de 1988 a su llegada a la Presidencia de la República, provocó que recurriera al autoritarismo hasta llegar a declarar aquel “ni los veo ni los oigo”.
Sin resolverse de manera contundente las crisis económicas del pasado, Ernesto Zedillo prometió "Bienestar para tu familia". Sin embargo, a 20 días de haber asumido el poder, se registró una devaluación del 114 por ciento, propiciada por un mal manejo de las finanzas según Salinas de Gortari, quien llamó el episodio como el “error de diciembre”, lo que provocó el cierre de empresas, rescate de bancos por el crecimiento exponencial de la cartera vencida, incremento del desempleo y que México postergara el sueño de llegar al Primer Mundo. Aquel episodio tuvo repercusiones mundiales a las que se llamó “Efecto Tequila”.
Vicente Fox prometió "El voto del cambio" en un sexenio donde todo siguió igual, salvo el manejo de las finanzas públicas, probablemente derivadas de la autonomía del Banco de México impulsada por su antecesor, desde donde se equilibró la inflación y la política cambiaria. En realidad Fox gobernó de la mano de priístas y grupos de poder económico cercanos al PRI, por lo que el cambio, en realidad, no lo hubo, salvo de colores.
Finalmente Felipe Calderón propuso "Mano firme, pasión por México", "Valor y pasión por México", "Para que vivamos mejor" y "El presidente del empleo", pero tampoco estas promesas fueron hechas realidad porque la tentación de ejercer el poder de manera vertical, se topó con diques políticos que impidieron cualquier tipo de apoyo y reformas torales para el avance del país. El equilibrio en las finanzas ha salvado al país de los ataques especulativos y las crisis económicas, pero salvo esto y la lucha contra el crimen que se apoderó del país en sexenios anteriores, se perdió la ilusión.
“Por un México exitoso, me comprometo y cumplo” prometió Enrique Peña Nieto.
A lo largo de la historia reciente los líderes mexicanos han mandado para que todo siga igual o peor. ¿Será capaz Peña Nieto de no caer en la tentación? ¿Seremos capaces quienes conformamos la ciudadanía mexicana de imponer contrapesos para lograr un equilibrio al caudillo? o ¿seguiremos nuestra historia de sumisión al Mesías?