México, D. F., a 3 de marzo de 2013
Gran reto tienen el presidente Enrique Peña Nieto y su equipo tras el manotazo a Elba Esther Gordillo, para que su acción no quede en la historia como una venganza política más. Sería repetir los golpes de Carlos Salinas de Gortari a Joaquín Hernández Galicia “La Quina”, Carlos Jonguitud Barrios y Manuel Becerra Acosta, entre otros.
Tampoco se trata solamente de que con la misma vara con la que fue medida Elba Esther Gordillo, sean medidos los demás líderes charros de nuestro sindicalismo; ninguno se salva de haber hecho un usufructo más o menos abusivo del patrimonio de “su” sindicato; es decir, de las cuotas de sus representados. Es necesario evitar la repetición de casos. Lo que menos deseamos los mexicanos es la eliminación de un corrupto(a) que se salió de las normas no escritas, por otro corrupto dócil, porque entonces estaríamos hablando de un gobierno autoritario.
En México los políticos y sus cómplices líderes sindicales están acostumbrados a ejecutar cambios de forma. De fondo, casi nada. El clientelismo es la forma de mantener el poder, sobre todo para el PRI que así se hizo añejo en la silla presidencial y ahora que ha vuelto, lo será más para no perderla en un buen lapso.
Por ejemplo, tras la venganza de Carlos Salinas en contra de “La Quina”, el nombre y las siglas del Sindicato Revolucionario de Trabajadores Petroleros de la República Mexicana, (SRTPRM) fue modificado al quitarle la “R” de Revolucionario y como un mensaje de que ningún líder sindical podría tomar decisiones contrarias a las del caudillo oficial en turno.
Curiosamente a Joaquín Hernández Galicia se le acusó por el presunto asesinato de un agente del Ministerio Público que, después se supo, había muerto días antes en Chihuahua, además de acopio de armas de fuego. Nunca por enriquecimiento ilícito.
Para sucederlo, desde la Secretaría de Gobernación encabezada por Fernando Gutiérrez Barrios se buscó a un ex líder sindical veracruzano de la sección 10 con sede en Minatitlán, quien ya se encontraba jubilado como resultado de que estuvo en contra de la candidatura de Cuauhtémoc Cárdenas, impulsada por “La Quina” y a la postre el motivo para hacerlo caer en la picota.
Ese líder fue Sebastián Guzmán Cabrera, antes a quien regresaron fast track a ocupar la dirigencia de la sección que lleva por nombre Frente Liberal Sindicalista, y de ahí a la dirigencia nacional de los petroleros. Fue el encargado de desmantelar la estructura de “La Quina”, entre quienes se encontraban Salvador Barragán Camacho, José Sosa Martínez, Héctor Valladares, Fernando Carvajal Servín, Juan José García Rodríguez, Carlos Antonio Romero Deschamps, Víctor Deschamps Contreras, Emérico Rodríguez y Onésimo Escobar, quienes llegaron a atacar a Salinas de Gortari.
En la limpia, cuando liquidó las tiendas de consumo y ranchos en poder del sindicato y “La Quina”, Guzmán Cabrera estuvo a punto de mandar a la cárcel a Carlos Romero Deschamps como a muchos otros, algunos de los cuales llegaron al suicidio. Pero dicen quienes conocen bien la política del sur de Veracruz que un cercano del entonces dirigente nacional petrolero, Ignacio Hernández Berrueco, le pidió amnistía para Romero Deschamps. Lo que son las cosas.
Romero Deschamps fue un personaje que llegó de la nada al Sindicato, se lo presentaron a “La Quina” quien lo acogió como protegido y pronto lo hizo dirigente de la sección 35, a quien le quedó el mote de “El Güero”. Dice una historia que la madrugada del 10 de enero de 1989 le llamó a Hernández Galicia a su casa, pues ya estaba listo el operativo en su contra y sólo faltaba asegurarse de que estaba allí.
El 4 de enero de 1992 Romero Deschamps fue nombrado como secretario del interior del STPRM por Sebastián Guzmán Cabrera, quien año y medio después renunció a la Secretaría General por cuestiones de salud y el 25 de junio de 1993, Carlos Antonio Romero Deschamps asumió como nuevo líder y a punto de cumplir 20 años al frente de los petroleros.
En su discurso se comprometió a que “jamás haremos ninguna alianza con los enemigos de nuestro partido ni con los adversarios del señor presidente”, frase que ha cumplido hasta hoy y le ha dado impunidad para protegerse contra una estela de corrupción a su paso, ya que no sólo recibió el 5 de junio de 2000 un préstamo aparentemente nunca saldado por 640 millones de pesos, de los cuales casi 500 habrían sido triangulados a la campaña política de Francisco Labastida Ochoa y ha llegado a acumular 2 mil 743 millones de pesos las entregas por parte de PEMEX.
Diversas investigaciones han dado cuenta de sus irregularidades al frente del STPRM que van desde que sus familiares tienen contratos en la paraestatal hasta diciembre de 2999, además de ser auténticos aviadores con permiso, hasta ser poseedor de un departamento en Cancún, frente al Bulevar Kikulkán; una colección de coches antiguos, valuada en 5 millones de dólares; una lujosa residencia en el exclusivo fraccionamiento Paseos de la Reforma, en el Estado de México; un yate nombrado “El Indomable”, valuado en un millón y medio de dólares. Además una flotilla de carros tanque y algunos ranchos y miles cabezas de ganado. Y, para coronar su riqueza, existen indicios de que es socio de Banorte.
Su descendencia no queda atrás. Su hija Paulina viaja por el mundo, en avión privado y acompañada de sus tres perros; con paseos en yate y todo el dispendio que quizá un millonario que trabajó para ganar el dinero, no hace. Otro de sus hijos, además, puede vivir sin trabajar, recorre Miami a bordo de un Ferrari Enzo de colección de 7 millones de dólares.
Ese es el tipo de líderes sindicales a modo para el PRI. El gatopardismo puro en el sector sindical. Ya veremos qué tipo de personaje es Juan Díaz de la Torre, nuevo presidente del SNTE. Eso sí, hay muchas posibilidades de que sea igual o peor que Gordillo. Un dato más. Es previamente, como la propia Elba Esther o como Sebastián Guzmán Cabrera o Carlos Romero Deschamps, de los favoritos del líder caído.